CALOR Y FRÍO POR SUELO RADIANTE

Diferente a lo que muchos piensan el control del calor mediante el suelo radiante se emplea desde la antigüedad, al principio el sistema consistía en canalizar los humos de una fuente de combustión bajo el suelo con el fin de elevar su temperatura y aportar calor a los ocupantes. Posteriormente, comenzaron a emplearse nuevas instalaciones que se basaban en el transporte de agua caliente por unos tubos situados en el suelo de la vivienda. Este tipo de instalación se vio acompañada de innumerables problemas provocados por la corrosión de los tubos de metal y los insuficientes niveles de aislamiento de las viviendas. En la actualidad, el desarrollo de los materiales plásticos para la conducción de agua, la mejora de los aislamientos y la posibilidad de regular correctamente las instalaciones han hecho que estos problemas se eviten y se eficienticen estos sistemas.

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El funcionamiento del sistema consiste en la emisión de frío o calor por parte del agua que circula por tubos dentro de una losa de hormigón que constituye el suelo. De este modo, se consigue calefacción en invierno y enfriamiento en verano, sus principales componentes son:

La distribución del fluido al circuito se efectúa mediante colectores de ida y vuelta conectados al mismo y el tubo es el elemento principal, ya que transporta el agua a través de la instalación y transmite el calor. Entre los materiales plásticos empleados en canalizaciones, el polibutileno (PB) es el termoplástico que mejor se adapta al diseño y ejecución de las instalaciones de suelo radiante, gracias a su flexibilidad y comportamiento a largo plazo. Por otra parte es recomen-dable el uso de tubos con barrera de oxigeno lo cual reduce sustancialmente la corrosión a los componentes metálicos de la instalación.

Para el recubrimiento del suelo se emplea la placa de mortero que rodea los tubos y almacena y transmite el calor cedido por el agua que circula a través de los mismos, debiendo ser de 30 milímetros como mínimo.

Es habitual el empleo de aditivos que fluidifican el hormigón, lo que permite un perfecto recubrimiento de los tubos y evita posibles bolsas de aire que perjudicarían la transmisión de calor y se permite el empleo de cualquier tipo de pavimento, sin embargo su comportamiento ante la transmisión de calor diferirá en base a la conductividad térmica.

La regulación de la instalación se realiza mediante los elementos de regulación de la instalación que constituyen una parte muy importante de la misma, puesto que los parámetros para el óptimo funcionamiento de la instalación deben adecuarse, tanto desde el punto de vista del confort, como del ahorro energético y son:

  • Temperatura exterior.
  • Temperatura interior.
  • Temperatura superficial.
  • Punto de rocío.

La regulación de la temperatura de impulsión en función de la temperatura exterior permite obtener una respuesta del sistema más ágil ante variaciones en la temperatura exterior. Debe tenerse en cuenta la inercia de la instalación, ya que hay que calentar la losa de hormigón para que ésta, a su vez, emita el calor a través de su superficie.

Es posible modificar la temperatura de impulsión a la instalación en función de la temperatura ambiente presente, por ejemplo en periodo de calefacción la temperatura de impulsión se irá reduciendo en base a la aproximación de la temperatura registrada al punto de confort. Los valores limite para la temperatura superficial se establecen en 29º C para la calefacción y en 19º C para el enfriamiento. Es importante hacer notar que durante los periodos fríos es necesario controlar las condiciones higrometricas y la temperatura y humedad relativa ambiente de forma que la temperatura superficial no descienda por debajo de la temperatura de rocío para evitar de esta forma la aparición de condensación.